Poner la mirada en los beneficios del diálogo intergeneracional
Pasado
el umbral de los 65 años, la sociedad establece que es entonces cuando se
inicia una nueva etapa en el ciclo vital de una persona. Sin embargo, el aumento
de la esperanza de vida nos lleva a replantearnos cada vez con mayor vehemencia
la concepción que sigue imperando sobre la vejez, asà como la edad a partir de
la cual una persona pasa a ser considerada mayor. Para Joan Subirats Humet, Doctor
en Ciencias Económicas y Catedrático de Ciencia PolÃtica y de la Administración
en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), nos encontramos ante “una realidad
en la que oscilamos entre una visión tradicional de las personas mayores que
tiende a situarlas en una situación de dependencia, casi de infantilización, ya
que es un
colectivo que de alguna manera está sometido a que los otros sectores sociales
decidan sobre lo
que les conviene, frente a otro elemento que vemos que aparece como novedad,
esa especie de juventud dorada, una realidad en que las personas mayores pueden
hacer de todoâ€. Este cambio de paradigmas responderÃa, en parte, a una
cuestión de carácter mercantil, según apuntaba Subirats durante su intervención
en una sesión organizada por el Club de Roma enmarcada en el Ciclo Envejecimiento y
Participación. Dicha organización no gubernamental buscarÃa, tal y como se
recoge en su página web, “definir
soluciones integrales para los desafÃos complejos e interconectados de nuestro
mundoâ€, gracias al conocimiento de un centenar de expertos en diferentes
áreas.
Pese a que en los últimos años se habrÃa logrado construir una visión más positiva sobre el envejecimiento, las personas mayores seguirÃan siendo un colectivo que estarÃa muy infrarrepresentado tanto en la esfera pública, como privada. De hecho, alcanzar una mayor representatividad en la sociedad serÃa actualmente una de las reclamaciones más demandas por organizaciones como la Plataforma de Mayores y Pensionistas. En este sentido, y siguiendo con lo expuesto por Subirats, la participación del colectivo no deberÃa quedar relegada únicamente al diseño de polÃticas que particularmente les conciernen y, que hasta el momento serÃan llevadas a cabo sin contar con su colaboración, sino que a su vez deberÃa extenderse a aquellos problemas sociales que les rodean y que no tendrÃan una afección directa sobre este grupo. “Cuando hablamos de participación lo que quiere cada quién es que se le reconozca en su propia dignidad, esto exige un proceso de reconocimiento de la personaâ€, reflexionaba el experto. Retomando la idea de esa necesidad de implicar a los mayores en asuntos que afectarÃan a otros grupos de edad y viceversa, esto permitirÃa avanzar hacia la consecución de una sociedad intergeneracional, favoreciendo la convivencia entre personas de diferentes edades y eliminando las barreras generacionales. Una cuestión en la que también incidÃa Mercè Pérez Salanova, Doctora en PsicologÃa, especializada en el envejecimiento e investigadora del Instituto de Gobierno y PolÃticas Públicas de la UAB quien, refiriéndose a esa interacción entre las personas y los entornos cotidianos, destacaba el término de “amigabilidad†y su capacidad para “introducir la perspectiva colectivaâ€, a través de una interacción positiva entre generaciones.
Entre los problemas que seguirÃan experimentando los adultos mayores se encuentra la tendencia generalizada a considerar al colectivo como un grupo homogéneo, frente a la diversidad que le caracteriza. Incidiendo en esta realidad, Pérez insistÃa en que más allá del factor edad, el grado de envejecimiento de una persona también estarÃa marcado por otros aspectos relacionados con su personalidad, sus vivencias o su salud. En lo que se refiere al envejecimiento activo, la experta aludÃa durante su intervención a la “banalización†que habrÃa sufrido este concepto. “Se ha desarrollado la importancia de la actividad en un sentido de rellenar tiempos, diferente al compromiso y a la autonomÃaâ€, señalaba. Es por ello, por lo que Pérez llamaba a trasladar el debate más allá de favorecer la permanencia en el mercado de trabajo o realizar múltiples actividades, refiriéndose al compromiso y la implicación como dos factores importantes a la hora de garantizar un envejecimiento activo.